martes, 23 de junio de 2009

Disney, expertos en la apología de la mortalidad.


Familias disfuncionales, sexualidad reprimida, muerte y asesinato, además de un gran despliegue de chistes muy pendejos pero muy divertidos, es todo lo que UP desarrolla. Hace falta ser muy niño o muy niño y muy maduro, o muy maduro y un poco niño, para dejarse llevar durante toda la película.


Porque, así que muy espectacular, ni tanto. Lo que tiene es que, como viene siendo la nueva tradición pixariana: el asunto es romper algún esquema y proponer novedosos cuentos de hadas, pero sin ellas. Los personajes son producto de la realidad del cuento y no de la magia o el poder de la varita mágica.


Así, pues, el contenido de esta película exige eso: convención. También algo de sangre fría y mucha inteligencia para poder paliar el hecho de que, en efecto, esto va más lejos que la simple muerte de la mamá de Bambi.


Y ya, es mucho decir.

viernes, 12 de junio de 2009

Mishima y Happy Go Lucky



Paul Schrader era un genio antes de que se supiera. Para cuando había dirigido Mishima, ya había escrito y publicado su tesis doctoral sobre Dreyer, Bresson y Ozu. Pero no se vislumbraba que, entre sus talentos, estaba también el de comprender el tiempo y el espacio cinematográficos como dimensiones de un nuevo estilo, único más que condensador del estilo trascendental.

El estilo trascendental es una categoría con la que Schrader ilumina el entendimiento sobre los otros tres grandes cineastas mencionados. Parecía muy lógico encontrar en las películas de Schrader infinitas referencias a estos, pero no. Lo que hace es dirigir películas con su propio estilo trascendental, estableciendo códigos espacio temporales para la realidad (bastante estilizada, de cualquier forma), y códigos distintos (más artificiosos, estilizados hasta el límite), para la representación.

La película Mishima (una forma de representación, por sí misma), integra una ficción dentro de sí misma, entonces. Al parecer, es algo técnico y demasiado conceptual, pero en ello radica el éxtasis.

Además de que los contenidos de Mishima inevitablemente conducen al éxtasis, tanto por sus libros como por su biografía, la adaptación los lleva a otro terreno: el del análisis de la obra y la vida. Fusionadas y por separado.

Películas como esta, pocas.


Por otro lado, Mike Leigh, cineasta menos conceptual, ofrece una mirada más bien funcional para un tema que algunos encuentran difícil de entender: la felicidad.

Considerada una perturbación, al igual que el sufrimiento, la felicidad en la película de Mike Leigh tiene un punto de vista que, pragmáticamente, en nuestra suciedad actual alcanza a ser considerado como subversivo. Verdaderamente.

El personaje protagónico es, simplemente, tan feliz que provoca las neurosis de más de uno a su alrededor. Pero las cosas no son tan simples, y la película no se termina ahí. Es más complicada, invade otros contextos, a veces de forma implícita. No es completamente narrativa ni completamente funcional, aunque la cosa más cierta es que no es pretenciosa. En ello radica el concepto; no por tratarse de una forma funcional, carece de propuesta. Muy al contrario.

Feliz regreso.