domingo, 19 de diciembre de 2010

Breves sobre la muestra

Submarino: La decadencia hereditaria, en una perturbadora pieza dramática, tan desequilibrante como admirable, estructurada a partir de la vida de una pareja de hermanos no muy cercanos pero definitivamente parecidos, escribiendo y reescribiendo la trama desde la perspectiva de cada uno de ellos, pilares endebles orillados a padecer una inminente ruina criminal.

La pivellina: Fascinante relato de ficción documental, como se le puede decir al neorealismo de épocas recientes (en todas sus puestas: Cámara, escena, sonido), construído alrededor de una espontánea no actriz de dos años.

El extraño caso de Angélica: Como obra y como género, fantástica fábula de amor, locura y muerte, en la que un fotógrafo se apasiona con su retrato de una mujer muerta que revive tras ser revelada en papel. Especialmente efectivos sus efectos especiales, de una bella y elocuente simpleza.

Hahaha: Enredo amoroso, medio woodyallenesco, manhattanoso, filmado sin mucho artificio pero con mucho humor, cuyo sentido se sostiene por el diálogo y la acción. Como un sitcom padre, de dos capítulos.

Un hombre que llora: A cerca del arrepentimiento que sufre un padre por tener que enviar a su hijo a la guerra, esta historia trágica es desafortunadamente una película que batalla contra un cine cursi, enfrentamiento del cual no sale bien librada.

La mirada invisible: Por construir todo el sentido de su trama a través de la acción, filmada con mucha sugerencia, evitando el diálogo explicativo, y otras formas muy convencionales de desarrollar el drama, esta película se distingue de otras obras que rememoran la dictadura militar argentina, o cualquier acontecimiento histórico, pues resulta sugerente y deductiva.

Tetro: Barroca, como en "insensata prolongación del clasicismo" (Liandrat-Guigues y Leutrat), y aburrida.

De hombres y dioses: Equilibrado melodrama, en torno a la relación entre los monjes franceses de un monasterio católico en el Magreb y los guerrilleros musulmanes que invaden la zona. Altamente conmovedora, sobretodo por evadir los excesos del sentimentalismo, aunque por un margen angosto.

El amor de mi vida: Larga, pero jamás lenta ni exahustiva o reiterativa; exquisitamente fotografiada y vestida. Romántica, de verdad. Especialmente virtuoso el ataque casi letal de amor que padece la protagonista.

Los gatos persas: Película que delata su bajo costo pero también su alto esfuerzo por relatar la difícil situación que viven los rockeros iraníes que desean vivir de la música. La economía de la cámara en mano, virtud y defecto, se compensa por la carga expresiva depositada en los personajes y la trama. El director, además, participa como personaje, en un abismo que pone en diálogo la realidad y la ficción, pues él mismo forma parte de esa comunidad que protagoniza su relato.

Verano de Goliat: Gozo capricho, por deliberado; aunque mamerto. Libre pero no genial. Mejor dicho: Ocurrente, básico y vacío de trama o concepto. Pero gozoso.

Los niños están bien: Una película clásica sobre un tema difícil, que suscita menos una polémica sobre aquél que sobre el cine, por valerse de los clichés del cine independiente, dependiente de las estructuras convencionales de género, star system, encuadre, y otros lenguajes del cine carentes de inventiva o de un poquitito de arte cinematográfico; lenguajes que así se seguirán viendo porque de todas formas al espectador no se le ha enseñado ni él se ha preocupado por aprender que el cine es un fenómeno aparte de las historias que puede narrar.

Conocerás al hombre de tus sueños: Comedia de gran concentrado final. Película senil. El toque perdido de Woody Allen, sobre todo en esa escena del reclamo familiar por la cancelación de la boda: Una discusión a mil voces, recurso típico del cineasta, pero sin la gracia o la construcción típica. Y asqueroso Antonio Banderas queriendo actuar de neoyorkino con acento.

La leyenda del tío Boonmee: Hipnótica del radicalismo subexpuesto, acronológico. Espectáculo del cine en el extremo opuesto de todo.

Copia fiel: A partir de una teoría del arte, la teoría del lenguaje y el comportamiento humano, como una cadena de semejanzas, representada y expresada a través de una relación amorosa. Magistral.

En un rincón del corazón: A pesar de las maravillosas sutilezas expresivas de Elle Fanning, las pole dancers con sex apeal de robot, y el shot inicial, la extendida duración de casi todas las escenas, reiterativas hasta para sí mismas, y para la pelicula anterior de Sofia Coppola (en prácticamente una fotocopia de Perdidos en Tokio), ponen su última obra más del lado del defecto que de la virtud.

Dulce hijo: Una película que inicia como una interesante provocación sobre el cine dentro del cine, pero termina siendo un simple melodrama sobre venganza y muerte.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Somos lo que hay...

Y nos aguantamos.

Nos aguantamos a lo que está en pantalla, pero más a lo que no: Los trancazos, la sangre, el supuesto gore (uuuy, ¡vanguardia! Ptrrrr).
Nos aguantamos a lo que está en los diálogos y a lo que no.
Nos aguantamos mientras tratamos de entender si es en broma o en serio esa como crítica a la sociedad...porque a lo mejor todos somos como caníbales...¿no?
Nos aguantamos, además, al como anuncio de secuela, en ese shot final de la única sobreviviente de la familia caníbal, mirando a cámara, como diciendo: Soy lo que quedó. Y se aguantan.

Definitivamente: Qué alguien me explique.

The Zzzocial network


(Otra vez pura historia. Y entonces la película se trata más de la historia y no de cómo está, por lo menos, contada. Ya no digamos expresada.)

¿Qué me importa si Mark Zuckerberg no tiene amigos, mas que en Facebook? ¿Qué me importa si hubo un junior trajeado, unos gemelos rubios y un chino con algunos diálogos, sacando provecho del pleito legal por la autoría en la creación de ese sitio web? ¿Qué me importa, si, en primer lugar, la película al respecto no es más que puro diálogo?

¿Me tiene que importar porque en el fondo es una película sobre la necesidad de reconocimiento?
¿Me tiene que importar porque, en el fondo, el conflicto es el de todo ser humano: Dinero y sexo?
¿Me tiene que importar porque sale Justin Timberlake actuando de Justin Timberlake actuando de Scott no sé qué?

De todas las formas en las que se pudieron haber expresado los hechos que describe The social network, la película se queda en puras palabras, yendo y viniendo, a veces, entre varios pasados y un presente, asunto de montaje que parece más un recurso para reducir su duración que una verdadera estrategia estilística.

Ni siquiera la escena de la competencia de remo, eficaz por la musicalización; o el aparentemente vertiginoso diálogo inicial, eficaz por resumir el motor de algunas capacidades creativas; mucho menos el hecho de tener a un actor haciendo de gemelos, como si fuera telenovela mexicana; ni siquiera la mera escena final, que con una sola acción dice por lo menos una cosa más; nada de eso consigue expresar, a través del cine, cualquier cosa que no esté ya en los diálogos o las acciones. Las cuales, en efecto, se ven y se escuchan, pero eso no quiere decir que funcionen expresivamente.
¿Querían cine? ¡Pues tengan!

domingo, 24 de octubre de 2010

Fraudiful


Cineastas necios que os regocijáis en los azotes de la miseria sin razón.

Que creáis personajes tan barrocos como superficiales, y os fundáis en tramas tan barrocas como oportunistas, sin razón.

Que tenéis que fusilaros el inicio de Los amores de una rubia, sin razón.

Que filmáis una película en Barcelona, pero decís que es mexicana. Que pudistéis haber filmado en México, pero enconces no hubieses tenido al actor que queréis, sin razón.

Que teneís que subir el nivel de la música para compensar que la trama no es perturbadora ni conmovedora, ni enseña ni informa ni sensibiliza, sino lo vuelve a uno más escéptico del esnobismo miserabilista virtuosamente fotografiado y decorado en paleta de color, sin razón.

martes, 5 de octubre de 2010

Ni El imperio de los sentidos, ni Bridget Jones



La siguiente es una atenta invitación a ir al cine a ver Año bisiesto, enojarse muchísimo y esperar que Michael Rowe jamás vuelva a hacer películas. Por lo menos no en México. Ni con dinero mexicano.

Laura perdió su virginidad a los 12 años, cuando la violó su papá, quien murió un 29 de febrero, fecha que ella marca con rojo en el calendario, y que se convertirá, espontáneamente, en el día en que sus vicios sexuales podrían ser su boleto de viaje rumbo a una muerte paradójicamente tranquila y placentera.

En una escena de Año bisiesto, el brillo de un rayo de sol inunda todo el cuadro con mucha belleza fotográfica, pero plenamente desligada de cualquier significado narrativo. De antemano se nota una película dirigida por un guionista sin formación de cineasta (sic) quien además testifica haber pensado “ya chingué” cuando, con su proyecto, convenció a los veinteañeros productores de la casa Machete.

Un guionista sin formación de cineasta significa ser alguien aparentemente capaz de narrar, hasta que, en sus propias palabras, afirma que “para hacer una película sólo hace falta una buena historia, buenos actores que la interpreten, y una cámara con la cuál grabar.” Lo demás, dice, es parafernalia.

Eso no es lo peor. A su falta de criterio como cineasta, se le suman las contradicciones. Según él, la frialdad en el uso de la cámara fija es un recurso que deserotiza el contenido de las escenas, más bien deserotizadas ya desde que la protagonista no es sino un personaje de comedia involuntaria ("la verdad, algunas risas de los espectadores sí me molestan"), que come directamente de la lata de frijoles o del bote de helado, mientras mira comerciales de dildos o lee a Erich Fromm. Deserotizadas también mediante encuadres baratos, para poder decir que la película no apela a la superproducción millonaria (a pesar de haber costado millones de pesos, entre dinero e impuestos); encuadres también cobardes, emplazados para poder filmar el sexo actuado en toda su falsedad.

Hay otra escena en la que un personaje orina sobre el cuerpo desnudo de la protagonista. Y otra en la que ella lo masturba, hasta dejar la eyaculación oportunmente fuera de cuadro.

No que muy atrevidos.


¿Qué clase de jurado habrá entregado este premio?

Peor: ¿Cómo habrán estado las otras películas?

Mejor hay que ver esta:

viernes, 21 de mayo de 2010

2010, por tus películas, estás tan bueno que me vas a matar

La película de terror sin monstruo.

Camino, el monstruo de la mente. Hambre, el monstruo de la injusticia justiciera. La primera se enfrenta a una malinterpretación, a unas creencias aparentemente útiles pero, en el fondo, pesadillescas. La segunda confronta la insurrección con la institución en sus condiciones más radicales. En ambas películas, media el dolor más tangible y sensorial, el más condicionante y conflictivo de todos: El que lleva a la muerte, inevitablemente.

En Camino, el aparato estilístico artificioso conduce al melodrama hacia excesos muy proclives a la ambigüedad/paradoja, dependiendo de como se la vea. Hasta número musical y asomo de cuento de hadas aparecen entre sus diversas formas, para conducir a la siempre interminable discusión a cerca de si nada más es para chantajear o si, por el contrario, es para hacer una crítica no tan indirecta sobre su tema. Para este blog, esa es garantía de que el dinero del boleto será bien invertido.

Hambre, por el contrario, se entrega abiertamente a la marginalidad de sus formas extremas pero con sentido de violencia bien definido, además de un estilo que domina al argumento, convirtiendo a la obra en un acto de expresión de la violencia y no una ilustración/explicación de un hecho alejado en el tiempo. Tampoco hay arrepentimiento. Ni en la película ni en el pago por verla.

domingo, 31 de enero de 2010

La amargura es un ave rebelde


Al grano. Cada vez más Woody Allen pierde menos el tiempo y va directo a donde quiere ir. En friega, Larry David se para frente a los espectadores y, ante un universo de escépticos compañeros de reparto, encerrados en su universo de ficción, se relaja y, con un amarguísimo pero muy sabio desplante totalmente anticlimático, nos dice la verdad: Esto es una película.


Diferente que cuando Tom Baxter se sale de la pantalla, similar a cuando Cecilia acepta el espectáculo como escape a la depresión en tiempos de crisis. Claro que, en el caso de Whatever works, el enfrentamiento con la realidad va más lejos que el de el personaje y el actor.


Algo sobre la anécdota: Los seres humanos son esa especie llena de ignorancia destinada a una pronta extinción, a menos que... Esa parte la dejamos para los que quieran ir al cine, en caso de que la película se estrene en México algún día.


Whatever works está llena de intención en sus diálogos, todos llenos de discurso. La ventaja es que es un discurso tan honesto que parece inhumano. Como una sátira involuntaria llena de verdad.


Muchas secuencias parecen sacadas de una obra teatral, concentradas en el ritmo del diálogo, la actuación, filmadas en plano general y llenas de personajes. Otras carecen de inventiva. Pero esas otras sencuencias de una toma sin diálogo y las típicas conductas ansiosas y verborréicas nos devuelven a la esencia.


Evan Rachel Wood está excepcional, como la nueva poderosa afrodita. Larry David es el mejor Woody Allen representado hasta ahora.

domingo, 17 de enero de 2010

Columbus-Sancho en pro de la colonización del último rincón seguro de U. S. of Zombieland



Zombieland empieza por burlarse de la idea de que United States es todo el mundo.

Caderazo a todas las películas de catástrofes apocalípticas dizque basadas en los fenómenos naturales que dizque van a terminar con el planeta. Nalgadita coqueta a las películas de zombies cuyos monstruos infunden un miedo para nada irrisorio. Guiño cachondo y grotesco a los fluidos, las mordidas y las sabroseadas de la carne y los huesos. Gancho al hígado para las tramas lineales y los argumentos encausados en la resolución del conflicto y nada más.

Zombieland podría ser nuestra película favorita de todos los tiempos, sí. Es una película totalmente narrativa, pero con un planteamiento inicial muy diferente, una secuencia de créditos obscenamente divertida, y una desparpajada y atípica (aunque traiga el sello de Hollywood), serie de circunstancias que sabotean y satirizan la forma de hacer películas de acción y horror, en muuuuchos sentidos (hay uno en específico que no se puede contar porque de veras se arruina todo el numerito).

Con rumbo fijo pero desviándose como le dicta la regaladísima gana, la película se desentiende de la trama para hacer burla y gala de paranoias, últimas oportunidades, nada que perderes, falsas pistas, clichés de susto; mediante corte directo, rampas de velocidad, la típica convención de "el zombie que en realidad es muñeco pero no se nota", violincitos premonitorios y personajes diseñados para aprender unos de otros, no sin antes alejarse de la identificación con el público gracias a sus excéntricas actitudes.

Nos ha dado hambre.