Pena de que se haya puesto de moda filmar nada más por filmar. Pena de que se confunda lo arbitrario con lo caprichoso. Pena de que se pretenda romper con estructuras convencionales sin construir ninguna nueva. Pena de que lo mejor de esta película sea algo que está completamente al margen de ella: la escena donde aparece Magdalena Flores, una no actriz descubierta por Reygadas. Pena de que el póster sea lo único bueno de esta película.
Se siente dolor, una perturbación. Leí hace poco, en una revista española, a un crítico de cine decir "cuando la película se tira únicamente a la historia, entonces no es cine".
Pero tampoco porque la película se base en tomas largas va a ser compleja. Tampoco porque integre campos y contracampos en una misma toma (larga, también). Ni porque la actriz pajarée espontáneamente a la cámara cuando la ola los avienta a ella y al operador de cámara. Mucho menos por su estilo de actuación, tendiente a una desdramatización falsa, a una improvisación sobreactuada. Porque, de todas formas, tiene secuancias de diálogo altamente explicativas, y un exaltado contraste entre los personajes, que evidencia un conflicto muy pendejo entre una chava y un ñor que le andan poniendo.
Por eso, finalmente, ni muy expresiva, ni muy abstracta, ni muy diferente, ni muy nada.
Nomás el póster está chido, miren: