viernes, 4 de diciembre de 2009

Apuntes sobre la llamada piratería.


(Influído y dedicado, por qué no, por y para la brillantez de mi gurú)

1.- No todas las películas pirata se ven mal.

2.- Las películas pirata hablan mal de ti cuando compras Luna nueva o Wolverine.

3.- Los "piratas" no son delincuentes. Algunos se toman muy en serio su actividad como distribuidores de la cultura. Además, saben lo difícil que es levantar un negocio de distribución y exhibición de películas que a lo mejor ni en el cine normal van a estar. Por ello, optan por la práctica, efectiva y exitosa fórmula del comercio informal.

Por si fuera poco, saben más de cine que cualquier empleado de las cadenas que conocemos. Algunos te explican las películas yendo más allá de la sinopsis y, los poquitos expertos, saben de la inexistencia e inoperabilidad del término "cine de arte".

Los anuncios contra la piratería que pasan en el cine son un discurso que ni los dueños de las cadenas se creen.

jueves, 19 de noviembre de 2009

El código usual y todo lo demás.


La actriz fetiche del momento disfrazada de los personajes de las actrices fetiches de antaño. Todas las "chicas Almodóvar" en una, deshecha en secuencias disfrazadas de los dramas pasados. Todo, bajo el pretexto seudofilosófico ultramanchego de que siempre se hace la misma película, o no sé qué patraña por el estilo.

Acusan en cinécdoque de onanismo mal actuado.

Aquí, de amasar sin hornear. Se levantan los huevos a punto de turrón; se hace una pasta con la harina, la leche y la mantequilla; y se abre la revista en la página donde viene la receta.

Para hacer su pastel de suspense (leído con todas sus letras, como los españoles), reúna los ingredientes pero no los mezcle. Es bien importante poner mucho de lo que más le guste o crea que a los demás les va a gustar, y batirlo por separado. El betún de música y colores es bien importante. Si su fotógrafo la caga, no se preocupe, el pretexto narrativofilosófico bastará para que la película, digo el pastel, sea considerado un objeto artísico.

Si el decorado de suspense no tiene nada que ver con lo demás, tampoco se preocupe: La embarrada será gozosa.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Antihéroes de la patada


Tragicómica apología del hooliganismo. Realista y telenovelesca en dosis similares, para no quitarle ni lo social-crítico ni lo cursi-cinematográfico. Co-protagonizada por las surrealistas apariciones de un futbolista/actor/productor ejecutivo, metidísimo en el papel de su propio personaje. Aderezada con el glorificante stock para salir del cine corriendo rumbo al Salón Corona para ver el partido.

Buscando a Eric: El melodrama reivindicador de la autoayuda basada en el antiheroismo, en la mente feliz como paliativo de la circunstancia jodida. En el cambio de plano no inventivo sino necesario, única y exclusivamente necesario. En la confusión mundial de las instituciones sociales. En lo más último del primer mundo.

Violencia para más violencia. La última reivindicación es la de la gente contra las enfermedades sociales: Formar anticuerpos. Atacar. En corte directo, descuidando el overlap sin dejar de acudir a él. Construyendo elipsis, sospechosamente sin premeditación.

Buscando a Eric, encontrando otro melodrama diferente.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Divina


Pachequísima oda a las pesadillezcas perturbaciones que provoca la paranoia por el temor a los castigos divinos en vida y el irrefrenable avance de la desgracia.

Perturbaciones: La familia sorbe sopa sonorosa, la con fusión pesadilla realidad, el cochino vecino asesino, el soborno inevitable, el divorcio absurdo y sin causa, y el aberrante perfeccionismo setenterista. Retorcidos contenidos filmados lo más clásico.

Pesadillas: Chueca la fumada visión rebeldescapista en el sentido de la acción y del encuadre; indefinida la desgracia soñada de la vivida, sin avisar y por corte directo, tan real que rebasa al cliché típico del "y resulta que estaba soñando".

Castigos divinos: La música puede sonar a composición orquestral convencional pero subyacen melodías y pequeños temas o variaciones llenos de tensión tonal y dramática, por ende. En apariencia, la composición visual aparenta estética pero sus elementos carecen de armonía no visual. Como producto de una purificación, las desgracias se terminan, pero siempre habrá tiempo para otras.

Y así las cosas.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

OTRA DE AMOR


Más que "un logro del cine indie", y muchas cosas que se han dicho, 500 days of Summer, con mayúscula, es OTRA película sobre un fracaso amoroso. Pero, a diferencia de muchas de esas OTRAS, las ventajas de esta se hallan en su parecido inventivo y expresivo con, por qué no decirlo, Annie Hall. Sólo que para inmaduros emocionales peterpanescos sigloveintiuneros cursis y medio hypsters. Tampoco se emocionen.

Igual que con la película de Woody Allen, esta película focaliza y defocaliza la diégesis de muy diversas formas. O sea: Desarrolla una historia dentro de un universo ficticio, que transcurre convencionalmente en espacios reales y en un tiempo real -o sea, refleja la vida cotidiana, crea la ilusión de realidad, o como quieran decirle; mientras que, alternadamente, hace a un lado esa diégesis para hacer sentido mediante otros recursos -o sea, le vale madres seguir con la ilusión de realidad y se pone a hacer otro tipo de cine para decir cosas sobre sus personajes o sobre otros asuntos.

Lo malo es que Annie Hall posee unos niveles de significación infinitamente superiores. No lo decimos por la presunta "seriedad" o "profundidad", o como quieran decirle, de sus personajes o de su trama, sino por las relaciones semánticas y sintácticas entre forma y contenido, entre el cine y la historia/trama. Con comparar el final de una película y otra basta.

Dicho de otro modo:

500 días rompecabezados. El amor, la pena, el primer encuentro, el flechazo, la decepción, el rompimiento, la ilusión, el ligue, el reencuentro, estructurados en desorden pero ordenados por la intencionalidad de sus formas: Parodias de algunas películas grandiosas, parodia de un estudio antropológico coreografiado por la voz off, la imagen congelada, el formato de imagen cuadrada, el manierismo blanquinegro; el número musical cursi pero estorbosamente divertido; la pantalla dividida entre la expectativa y la realidad; el enmarcamiento de un romance dentro de una época que remite a su seductora ¿antagonista?; la irónica y contextualizadora nota inicial; la revolución semántica de la misma serie de planos de la - de nuevo- ¿antagonista?; etcétera.

Véala y entiéndala. O al menos véala.

martes, 27 de octubre de 2009

Jim Carrey contra las cucarachotas que hablan y No mamen que todo el tiempo estaba mintiendo


En District nine las cosas cambian para que todo siga igual: Humanos contra extraterrestres, con pretensiones de falso documental tan falaces que se dan en la torre a sí mismas, encerradas en los márgenes del peor y más patético de los géneros en que puede terminar una película mala: el melodrama más manipulador, musicalizado con la peor y más melosa de las músicas.

Y ya.

Por veintiúnica vez en décadas, alguien tuvo el desatinado tino de cambiar el sentido del título de una película sólo para hacerla más divertida. En El desinformante, Matt Damon se interpreta a sí mismo: Un típico y arrogante güero gringo mentiroso que, a pesar de todos los pesares, termina saliéndose con la suya, llevándose a los espactadores de corbata, seduciéndolos hasta volverse entrañable.

Nos atrevemos, apasionadamente, a afirmar que TODOS SOMOS Mark Whitacre, y a todos nos gustaría matarnos si nos conociéramos en persona, pues nos resultaríamos insoportables.

Aunque carente de inventiva y sobrada de arte (en una desmedida recreación de la segunda mitad de la década del 90, que más parece el periodo transitorio entre 1979 y 1980, a pesar de los ladrillofonos celulares), la película reconstruye a un antihéroe lo mismo entrañable que cuestionable que increíble, en un contexto de coprotagonistas y antagonistas cuyas acciones y reacciones convienen más para la "identificación con el espectador", sin que alcance.

Ignorancia, corrupción en un toma y daca infinito. Un cast perfecto, dirigido para contenerse y mantenerse en solemnidad de principio a fin. Una fotografía que busca la época en sus formas de representación, más que en el lucimiento del decorado. Un guión estructurado de forma cronológica y muy narrativa, en la superficie, pero cargado de rupturas en relación al clasicismo en la organización de los personajes.

Padre, padre. Desde el póster hasta los créditos.

sábado, 24 de octubre de 2009

Lujos




Realista, melodramática, cronológica, de vez en cuando expresiva, criticona del american lifestyle, "Away we go" es una de esas películas disfrazadas de independencia. Según muy diferentes, algo radicales, pero enfermas de doble moral: Quesque muy formales, cuando en realidad muy narrativas; quesque muy críticas, cuando en realidad harto conformistas. No todos aprovechan las ventajas del disfraz de la independencia, ¿no es cierto, Quentin Tarantino?

CONTRAS:

"Away we go" es protagonizada por una pareja aparentemente anticonvencional (embarazados en unión libre, a pesar de los deseos del macho por formalizar el matrimonio), viviendo un conflicto más o menos atípico (la búsqueda por el mejor lugar para criar a su hija), dentro de una narrativa no clásica aunque cronológica y perfectamente adecuada a todo estándar (dividida en capítulos, cada capítulo representa un tema diferente: la seguridad, el aburrimiento, la unión familiar, la tolerancia, la esterilidad, etc.), y estilizada a la manera de muchas películas "independientes" (como un road movie).

PROS:

La película evita los juicios definitivos hacia sus personajes; unas dos o tres veces, la fotografía busca encuadrar de la manera más expresiva el plano (la panzota/elipsis, el enredado camino al destino/futuro); el casting es perfecto; el final tampoco es una resolución definitiva al conflicto de inicio, sino un parteaguas entre el inicio y todo lo que sucederá hipotéticamente.

Contrario a esta, "Belleza americana" da cuenta de todas las ventajas de independencia: Constante expresividad cinematográfica en todos los sentidos: Formas de la imagen (desde el encuadre y su respectivo espacio off, hasta las sombras y los colores cargados de contenido), del sonido (música incidental diegética en empatía con los personajes, música no diegética en corcondancia con el transcurso de los diálogos), de las formas clásicas de la tragicomedia y la narrativa cronológica enriquecidas por una voz off/monólogo interior, en contrapunto.

sábado, 26 de septiembre de 2009


En la actualidad, el documental es el género del cine que más se presta a debates de todo tipo: Sus fronteras con la ficción, la ética de los realizadores, la mentada objetividad, la manipulación de la información y la construcción de la imagen y el sonido como pruebas de un suceso, el propósito educativo, de observación, etc.

Afortunadamente, para enriquecer el debate, existen compañías, programas y festivales especializados, abiertos a todo tipo de propuestas. En el CUEC, incluso, este debate se vio enriquecido por la cómica anécdota de "Trabalenguas para una casa vacía", documental estudiantil que obtuvo una candidatura al Ariel mexicano, en la categoría de mejor corto de ficción.

Desafortunadamente, "El milagro del Papa" se encuentra en las antípodas de este nuevo panorama: Perpetua la tradición del documental anticuado, lleno de información, vacío por paradoja y basado en la polémica de su tema. Lleno de aristas, con sus puntas se afila la sardónica y corrosiva visión en torno a la vida de El niño milagro: Un zacatecano que, supuestamente, se liberó de los padecimientos de la leucemia gracias a la bendición de Juan Pablo Segundo.

Burla tras burla, la película recurre a la voz pasiva y ajena de la vomitiva pequeña burguesía: Miren qué chistoso, a poco no les da risa, todo es ridículo, espero no haber dejado de burlarme de nada. Todo esto, con una deshonestidad y un amarillismo constantes, a pesar de sus virtudes cinematográficas.

Empobreciendo el debate sobre las capacidades del documental (y la ficción y el cine y sus "fronteras"), "El milagro del Papa (un milagro...que sólo Dios sabe)" funciona como un buen ejemplo de algo sumamente discutible y desequilibrado.

Tres variables positivas para el cine en mexicano: 1) Buenos guiones; 2) Directores aptos y sensibles; 3) Públicos educados


Le dije a un amigo: Vayamos a ver Cinco días sin Nora. ¿De qué trata? De los problemas que acarrea el funeral de una mujer judía que se suicida. ¿Cómo: Se trata de la continuación de "Los judiós mueren en cuaresma"?

Así le dice él a "Morirse está en hebreo", desperdicio de película con algunos diálogos brillantes y una actuación sobresaliente.

Pues no. Cinco días sin Nora no es ni la continuación ni la reparación de la otra película. No se necesita ser un experto en rituales del judaísmo para comprenderlo. Si comparamos las dos películas, más bien se entiende como todo en exceso hace daño.

Pero no hace falta, la comparación.

La película de Mariana Chenillo tiene lo mejor de las estructuras clásicas de narrativa y filmación. Esto no quiere decir que estamos ante una película anticuada o ya vista. Muy por el contrario, la virtudes de las formas clásicas pueden revestir productos realmente originales.

Es impresionante como en Cinco días sin Nora no se desperdicia ni el tiempo ni el encuadre ni la actuación ni el diálogo (aún el diálogo off); ni la música, ni la construcción de un pasado y el vuelco de sentido del presente; ni los personajes, por más incidental que su función sea.

El conflicto dramático no nos lleva a predecir ningún tipo de conclusión ni a identificarnos por el sufrimiento o felicidad de los personajes; más bien a seguirles la pista y comprenderlos por sus acciones.

jueves, 27 de agosto de 2009

La mamada conceptual sin lo padre.


Charlie Caughman se volvió loco, de nuevo. Qué original. Kauffman y Cuaghman suenan igual, pero no son lo mismo. Ahí está lo padre de Synechdoque: Un buen concepto, una buena historia, un tema interesante y muy atractivo; los cuales, desafortunadamente, NO equivalen a CINE. Mucho menos, cuando al guionista/director se le ocurre ponerse narrativo y articular un prólogo medio realista, medio aburrido y medio a contrapunto con el resto de la película. Nada más estúpido, viniendo de un cabrón con suficiente capacidad para no dejar escapar el concepto de la narración, como en su guión ese, el muy apantallador y oscar winning, de la mente sin spots.

Pero bueno, la quiso así. A lo mejor para sacar de quicio a quienes pagamos por comprenderlo.

Y, si eso quería, lo logra. Así que: Gracias, Charlie Kauffman. Gracias por sacarnos de quicio con tu prólogo narrativo, convencionalmente dramático y pendejísimamente a contrapunto con tu otra película, aquella propuesta conceptual que hasta a los efectos especiales recurre con muchísima eficiencia y expresividad; que se sirve de un abismo de intérpretes para representar la polisemia de una aparentemente bien definida forma retórica.

Apelando a las virtudes del concepto, te salvas. Pero si nos metemos con tu forma de filmar, te "llueve sobre llovido" (Ayala dixit). Podemos apelar a que tu forma de filmar es novata pero, de un hombre con tantas ideas (por decirlo de alguna manera), la verdad no esperábamos la estandarizadísima y contradictoriamente inexplorada (en sus formas realmente expresivas), técnica del master con protecciones. El cual, obviamente, cae y decae conforme tu película se acerca hacia el final porque NO ERA LA FORMA DE FILMARLA.

Afortunadamente, como a muchos cineastas novatos e intuitivos, por el sonido, tu película se salva. En este caso, el sonido salva a tu película llevándola lentamente a un fin de muerte. Espero me entiendas.

Por lo tanto, en pocas palabras: Es una lástima que tu película pinche se cague en tu concepto chingón. Mejor suerte para la próxima. Que la dirija alguien más, sólo por moda.

miércoles, 1 de julio de 2009

Ganas de transformar


Ganas de transformar al Hollywood sobreprotegido, que filma desde todos los ángulos que se pueda (los que estudian allá creen que sirve por si el actor te da 'cierta reacción' desde un ángulo y no desde otro, pero que es cosa que se descubre al editar -ptrrrrrrrrr-).


La visita de la banda, en sentido contrario, aunque utilizando una frase con doble sentido, no se mide. Ni se mueve. Se le va el tiempo en puras tomas fijas que acomodan y reacomodan a los personajes para transmitir nuevas sencaciones sobre el espacio y la proximidad entre los personajes, alta refinación expresiva, producto de la sencilla pero muy conmovedora pretensión dramática.


Este es un buen ejemplo del equilibrio entre la forma y el contenido.

martes, 23 de junio de 2009

Disney, expertos en la apología de la mortalidad.


Familias disfuncionales, sexualidad reprimida, muerte y asesinato, además de un gran despliegue de chistes muy pendejos pero muy divertidos, es todo lo que UP desarrolla. Hace falta ser muy niño o muy niño y muy maduro, o muy maduro y un poco niño, para dejarse llevar durante toda la película.


Porque, así que muy espectacular, ni tanto. Lo que tiene es que, como viene siendo la nueva tradición pixariana: el asunto es romper algún esquema y proponer novedosos cuentos de hadas, pero sin ellas. Los personajes son producto de la realidad del cuento y no de la magia o el poder de la varita mágica.


Así, pues, el contenido de esta película exige eso: convención. También algo de sangre fría y mucha inteligencia para poder paliar el hecho de que, en efecto, esto va más lejos que la simple muerte de la mamá de Bambi.


Y ya, es mucho decir.

viernes, 12 de junio de 2009

Mishima y Happy Go Lucky



Paul Schrader era un genio antes de que se supiera. Para cuando había dirigido Mishima, ya había escrito y publicado su tesis doctoral sobre Dreyer, Bresson y Ozu. Pero no se vislumbraba que, entre sus talentos, estaba también el de comprender el tiempo y el espacio cinematográficos como dimensiones de un nuevo estilo, único más que condensador del estilo trascendental.

El estilo trascendental es una categoría con la que Schrader ilumina el entendimiento sobre los otros tres grandes cineastas mencionados. Parecía muy lógico encontrar en las películas de Schrader infinitas referencias a estos, pero no. Lo que hace es dirigir películas con su propio estilo trascendental, estableciendo códigos espacio temporales para la realidad (bastante estilizada, de cualquier forma), y códigos distintos (más artificiosos, estilizados hasta el límite), para la representación.

La película Mishima (una forma de representación, por sí misma), integra una ficción dentro de sí misma, entonces. Al parecer, es algo técnico y demasiado conceptual, pero en ello radica el éxtasis.

Además de que los contenidos de Mishima inevitablemente conducen al éxtasis, tanto por sus libros como por su biografía, la adaptación los lleva a otro terreno: el del análisis de la obra y la vida. Fusionadas y por separado.

Películas como esta, pocas.


Por otro lado, Mike Leigh, cineasta menos conceptual, ofrece una mirada más bien funcional para un tema que algunos encuentran difícil de entender: la felicidad.

Considerada una perturbación, al igual que el sufrimiento, la felicidad en la película de Mike Leigh tiene un punto de vista que, pragmáticamente, en nuestra suciedad actual alcanza a ser considerado como subversivo. Verdaderamente.

El personaje protagónico es, simplemente, tan feliz que provoca las neurosis de más de uno a su alrededor. Pero las cosas no son tan simples, y la película no se termina ahí. Es más complicada, invade otros contextos, a veces de forma implícita. No es completamente narrativa ni completamente funcional, aunque la cosa más cierta es que no es pretenciosa. En ello radica el concepto; no por tratarse de una forma funcional, carece de propuesta. Muy al contrario.

Feliz regreso.

martes, 3 de febrero de 2009

En resumen



No basta con tener una buena historia. Ya en El País, se reseñaba el anacronismo que, para su época de publicación, inspiraba la novela en que se basa Titanic 2. Entonces, casi cincuenta años después, ¿qué sentido tiene? Pues el del despliegue de gritoneos y sobreactuaciones manipuladoras (por principio y convención virtuosas), del reparto actoral. Pero tampoco basta con tener buenos actores.

Lo de negar la posibilidad de hacer películas (ya no digamos cine), a personas formadas en el teatro o la literatura, significa analizar su balanza de prioridades. Hacer una película no es nada más filmar algunas escenas de alguna buena historia con algunos buenos actores o escasos buenos diálogos. Una película debe someter la percepción a una red de discursos/relatos/lenguajes espaciotemporales desplegados en una estructura de asociaciones/yuxtaposiciones/disociasiones, etcétera, entre imágenes y sonidos.

Como el poquito cine de esta película: ese enfrentamiento audiovisual entre el enamoramiento y el matrimonio, la idealización y la infidelidad, el pasado y el presente en varias capas, la primera vez que Frank le pone el cuerno a April.

Lástima que ni tantito cine valga la pena. No se compensa. Ni aunque uno le siga teniendo poquita fe al cine.

viernes, 23 de enero de 2009

Con el trailer basta

No, David Fincher. No. Quien sabe si vayas a correr con la misma suerte que los infiltrados de Scorcesse y los débiles desterrados de Ethan y Joel (las minúsculas son nuestras). Pero, si por fin la academia de hollywod te otorga el oro desnudo y empalado, pues no va a ser por tu mejor película, como ocurre con todos. Aunque, finalmente, ni que llevaras tantas películas buenas, ¿o qué?

Qué lástima que el trailer de tu película de casi tres horas sea más padre. Pero es lógico, está muy cabrón que un resumen de tres minutos aburra proporcionalmente a su versión larga y completa. Sin embargo, te faltó decirle al editor del avance para cines que no fuera un culero y no pusiera lo único chido que había.

Se te olvidó, además, ponerle algo de cine a tu cuentote. Porque estoy seguro que F. Scott Fitzgerald tuvo más imaginación pa contar lo mismo (y, a lo mejor, otras cosas que no te cupieron), y con recursos literarios que ps o no pudiste o te dio hueva o quién sabe por qué chingados no tradujiste a metáfora visual, sonora, o al menos algún resquicio de sugerencia cinematográfica. ¿Qué a poco salía mucho más caro de lo que finalmente salió?

No te costaba nada, pues. Capitán Achab es infinitamente mejor adaptación literaria que tu Benjamin Button. Y ha de haber costado mucho menos.

Vuelve a la hiperexpresividad del viejo Fight Club (paradójicamente, mucho más moderno que esto último tuyo), de veras que no te ha de costar nadita. A mí que me importa una historia chida, si lo que quería ver era una película.

Ojalá te saques el Oscar para que tu carrera termine. Y, si continúa, que sea como con los Cohen y su derroche de absurdo cinismo sarcástico cómico. Sí, que sea con un derroche expresivo y estilístico. Si se puede, con el mismo Brad Pitt, vestido de rebede sin causa. Mejor todavía, que repitas a Tilda Swinton, que no necesita que la dirijas. Porque, repito: ni que fueras tan buen cineasta.