domingo, 31 de enero de 2010

La amargura es un ave rebelde


Al grano. Cada vez más Woody Allen pierde menos el tiempo y va directo a donde quiere ir. En friega, Larry David se para frente a los espectadores y, ante un universo de escépticos compañeros de reparto, encerrados en su universo de ficción, se relaja y, con un amarguísimo pero muy sabio desplante totalmente anticlimático, nos dice la verdad: Esto es una película.


Diferente que cuando Tom Baxter se sale de la pantalla, similar a cuando Cecilia acepta el espectáculo como escape a la depresión en tiempos de crisis. Claro que, en el caso de Whatever works, el enfrentamiento con la realidad va más lejos que el de el personaje y el actor.


Algo sobre la anécdota: Los seres humanos son esa especie llena de ignorancia destinada a una pronta extinción, a menos que... Esa parte la dejamos para los que quieran ir al cine, en caso de que la película se estrene en México algún día.


Whatever works está llena de intención en sus diálogos, todos llenos de discurso. La ventaja es que es un discurso tan honesto que parece inhumano. Como una sátira involuntaria llena de verdad.


Muchas secuencias parecen sacadas de una obra teatral, concentradas en el ritmo del diálogo, la actuación, filmadas en plano general y llenas de personajes. Otras carecen de inventiva. Pero esas otras sencuencias de una toma sin diálogo y las típicas conductas ansiosas y verborréicas nos devuelven a la esencia.


Evan Rachel Wood está excepcional, como la nueva poderosa afrodita. Larry David es el mejor Woody Allen representado hasta ahora.

domingo, 17 de enero de 2010

Columbus-Sancho en pro de la colonización del último rincón seguro de U. S. of Zombieland



Zombieland empieza por burlarse de la idea de que United States es todo el mundo.

Caderazo a todas las películas de catástrofes apocalípticas dizque basadas en los fenómenos naturales que dizque van a terminar con el planeta. Nalgadita coqueta a las películas de zombies cuyos monstruos infunden un miedo para nada irrisorio. Guiño cachondo y grotesco a los fluidos, las mordidas y las sabroseadas de la carne y los huesos. Gancho al hígado para las tramas lineales y los argumentos encausados en la resolución del conflicto y nada más.

Zombieland podría ser nuestra película favorita de todos los tiempos, sí. Es una película totalmente narrativa, pero con un planteamiento inicial muy diferente, una secuencia de créditos obscenamente divertida, y una desparpajada y atípica (aunque traiga el sello de Hollywood), serie de circunstancias que sabotean y satirizan la forma de hacer películas de acción y horror, en muuuuchos sentidos (hay uno en específico que no se puede contar porque de veras se arruina todo el numerito).

Con rumbo fijo pero desviándose como le dicta la regaladísima gana, la película se desentiende de la trama para hacer burla y gala de paranoias, últimas oportunidades, nada que perderes, falsas pistas, clichés de susto; mediante corte directo, rampas de velocidad, la típica convención de "el zombie que en realidad es muñeco pero no se nota", violincitos premonitorios y personajes diseñados para aprender unos de otros, no sin antes alejarse de la identificación con el público gracias a sus excéntricas actitudes.

Nos ha dado hambre.