miércoles, 31 de diciembre de 2008

Regalo de fin de año para el roto Paxton


Temerario, a la primera película de Yann Samuel le vale si a alguien le da asco esto o le tiene miedo a lo otro. Amar como un juego inspirador de otro juego: el del cine.
Juego de niños tiene, literalmente, DE TODO, excepto género definido. Tampoco es que inaugure uno. El problema entre esta película y los géneros es la desfachatez con que aquella le da la vuelta a los estereotipos casi antes de que el encanto sucumba ante el escepticismo.
Comenzando con muchos principios, la infancia de los protagonistas se plantea y replantea como un castillo hecho de cartas que cae y se levanta en cada secuencia, para producir siempre una nueva película, a veces basada en el poder del flash back para cambiar el rumbo de la historia, otras basada en el montaje elíptico y paralelo que da cuenta del avance de la historia, pero separando el progreso de la vida de cada personaje. El pacto es creer lo increíble, tal y como sólo puede pasar en el cine. Un juego con el entendimiento y la apreciación.
Lejos, pero muy lejos del amor como lo vivimos, y más como lo queremos vivir. como cuando se dice que se quiere un amor de película, o un beso de película.
No nos imaginamos otra versión, porque esta que vimos es totalmente la versión del director. Pensadísima, controladísima, sin derroches, aunque no pareaca. Son las ventajas de ser un genio visionario; no por adelantado, sino por previsor.

martes, 9 de diciembre de 2008

¡Woody Allen, no filmes en México!


Porque, de hacerlo, entonces los protagonistas mexicanos serían (y'adivinaron): Gael y Diego. Y para nada sería como Penélope Cruz y Javier Bardem.

Aunque sobradita de literatura, sin la estructura ni el estilo de otras películas tuyas, también llenas de literatura (v.g. Hannah y sus hermanas), esta de Barcelona, en escala, es la segunda o tercera mejor de los últimos años, na' más detrás de Sweet and lowdown y en competencia con Match Point.

Sobradita de literatura porque hay un exceso de economía en los diálogos filmados en campo contracampo (close up dice, close up responde), no te hagas. Aunque, mirándolo bien, te mediste: media secuencia desde dos ángulos, media secuencia desde otros dos. Eso hace parecer que una sola secuencia se parte en dos, mostrando más caras de los personajes, enfatizando todo su esplendor: rasgos, gestos, trabas de lengua y traiciones del inconsciente.

También sobradita de literatura gracias al narrador off, que esta vez no eres tú, ni uno de los personajes. Sin embargo, en los textos de este guía, hay más que información: hay ironía, sátira, guiños y conjugaciones (pequeños antecedentes, esbozos de análisis, proyecciones a futuro).

Alguien nos dijo (a mi y al que escribe este blog), que los genios se vuelcan y regodean en lo elemental de las formas cuando envejecen. Puede ser. En ti, la escencia de tu forma de dirigir películas persiste en esta película: la manera en que tus actores hablan, la presencia sugerida por ausencia (un personaje fuera de campo, dos, toda una situación), el enredo motivado por los traumas individuales y no por los malentendidos verbales, y las dicotomías protagonistas (dos personajes principales que piensan distinto sobre el tema de la historia).

Pudiste haberla hecho novela, obra de teatro. Pero, como película, no te quedó nada mal.

Categórico (o con manzanas), sigues en el cine. Gracias. Y, neta: no vengas a México nunca.

viernes, 14 de noviembre de 2008

Poquita muestra




En medio de una disyuntiva, hemos de dividir nuestro tiempo entre completar carpeta de proyecto de cortometraje y asistir, como deber de estudiantes de cine, a ver películas. De lo poquito que podemos invertir en esta última actividad, supuesto perogrullo -harto difícil de cumplir- de nuestra formación, aquí va una apreciación.

Entre los asistentes, "El latido del tambor" generó al menos una inquietud: "¿Soy yo, o el actor es igualito a Jackie Chan?"

Pues sí.

Como 'emergente joven promesa', Jaycee Chan actúa en esta película sobre un rebelde romeo, hijo de una conflictiva circunstancia: el mafioso de su padre forma parte de una banda de criminales enfrentada a las temibles y sangientas hazañas de un esquemático enemigo.

No ha dado tiempo de investigar los motivos para contar esta historia, donde el protagonista, apasionado de las percusiones rockeras, es alejado del universo del crimen para aprender la filosofía del tambor. Pero, para nuestros propósitos, el pretexto narrativo carece de interés y relevancia ante el asombro del artificio: un montaje preparado para unir, confrontar, asociar, y todo eso que el montaje permite, al latido del tambor con todo lo que el drama requiera. Además del evidente recurso de la banda de percusionistas zen como actores, todo aquello que parece convencional termina siendo terriblemente original gracias a la relación entre planos, cuyo orden y jerarquía motivan el espectáculo, al cual se suman todas las refelxiones filosóficas en torno a la apreciación del sonido como elemento de madurez y ampliación del panorama vital.

Entre la infinitamente reducida 'gente de prensa', quienes, a decir de Joaquín Rodríguez, "No tienen perdón del diablo, siendo capaces de no venir a la muestra pero llenar la premiere de James Bond", "Una dama para dos" provocó división de opiniones.

Entre nosotros, o sea quien escribe este blog y yo, la nueva película de Chabrol sugiere, por un lado, banalidades; mientras que, por el otro, causalidades.

Banalidades: En lugar de Natalie Portman y Scarlett Johansson, "La otra reina" debió ser protagonizada por Scarlett Johansson y Ludivine Sagnier. Además, si "Una dama para dos" hubiera incorporado el deporte del Tenis al drama, hubiera salido "Match point" pero 'en francais'.

Causalidades: Muy al límite, Chabrol fantasea con su perpetua Mme. Bobary, exterioriza como nunca las circunstancias mediatas y remotas de los personajes a través del vestuario, y condena al fracaso a la aristocracia al punto de la cárcel. Pero también juega a ser Fassbinder sin descaros y economiza los planos, en términos narrativos, con un cinismo genial.

Lo mejor, Benoit Magimel y Carolin Silhol. Esplendorosos talentos, de esos que tal vez ninguna academia vaya a reconocer.

Quien siga asistiendo con regularidad a la muestra, por favor contribuya a la difusión de sus perspectivas. A los estudiantes de cine nos es útil.

martes, 4 de noviembre de 2008

Me muerdo la lengua


#1: "Quémese después de leerse" no me gustó tanto como creí. Pero la voy a volver a ver pronto.

#2: Pretendí ir a verla de nuevo, pero entré a ver "Mi deseo en tu piel", una película Sueca con uno de los mejores carteles de lo que va del siglo, meritoria de una trama difícil de definir, porque puede decirse que es sobre 'la soledad', pero entre sus personajes se establecen relaciones tan particulares que persiste un genuino distanciamiento, una honesta mirada, en las antípodas de toda identificación y cualquier relación convencional entre espectador y película. Es de esas películas que son sobre muchas cosas; de esas que cada persona construye y reconstruye para sí.

Aumentada del video a los 35mm, meritoriamente, las sombras oscuras y las luces brillantes implosionan toda posibilidad de un pleonasmo, pues no son nada más una forma sencilla de filmar. En ellas, en las ventanas reventadas y las esquinas obscuras, hay sentidos de obstrucción a la mirada y a la historia.

#3: Estaba yo muy seguro de ir a ver de nuevo la película de los Cohen, pero no había visto "Ceguera". Me daba mucha curiosidad percibir lo que el Iñárritu brasileño había hecho con la novela. Pero me fue mal: me agazapé en mi asiento desde el inicio, y no probé ni una de mis tortuguitas de chocolate durante las dos horas de película.

Concebida plenamente por lo visual, la película hace a un lado al libro. Ni siquiera vale comparar, mucho menos adentrarse en la siempre absurda discusión de cuál es el mejor. Hasta parece que el Iñárritu brasileño dio al traste con esa eterna batalla entre snobs. Al igual que Sofia Coppola y su "María Antonieta"

Concebida plenamente en lo visual porque traduce el libro en cosas que no son su historia ni su estructura ni su narrativa. Es más, ni siquiera las traduce. Nada más saca algunos hechos importantes, los que mejor cuenten algunas relaciones entre personajes y uno que otro carácter que más o menos transmita la supuesta crítica que Saramago hace en el libro.

Pero, más que eso, el Iñárritu brasileño le pone sentido a la ceguera mediante el cine: sobreexposiciones, transiciones a blancos, fueras de foco, cambios de foco en una misma toma, reflexiones, cambios en la exposición, atmósferas descuidadas y obscuras, motion control, etc.. Todos los fenómenos de lo visual en el cine se transforman en una especie de metáfora sobre la percepción, sobre la producción de ceguera de los espectadores. Es una película basada en lo no visto, en las obstrucciones, en la sugerencia al extremo.

Las escenas dialogadas son suficientemente explicativas, sugerentes, informativas, medio poéticas, hasta lo necesario. Ni muy muy ni tan tan. Ni mucho libro ni mucha historia. Más bien harta óptica. Un espectáculo que no me imaginé.

#4: Comenzaron las funciones de la muestra cinetequil. Para variar, no me informé y entré el lunes pasado a ver no sabía que cosa. Pero UFF, qué bueno que fui.

"Cada quien su cine" es una declaración de amor al séptimo arte. Se puede reiterar esto, a pesar de que en el cartel venga inscrito, porque es más que cierto. No como en París, soy gringo y te amo, porque en ésta no hay tanto amor a la ciudad como en la otra sí lo hay por el cine.

Se nota, pues hay dos estructuras: una exterior y una interior. Cada peliculita debe durar tres minutos, pero debe contener un mensaje (narrativo o no), donde se exhalte eso que sus autores hacen. De tal forma que, revalorando, existe una estructura exterior pero múltiples estructuras interiores.

Documentales, ficciones, dramatizaciones, abstracciones; un plano, múltiples; terror, acción, fantasía, muerte, nostalgia; niños, viejos, papas, militares, cineastas; en fin: en esta, no cabe duda, HAY DE TODO. Pero, sobre todo, hay CINE.

lunes, 22 de septiembre de 2008

Una pena

Pena de que se haya puesto de moda filmar nada más por filmar. Pena de que se confunda lo arbitrario con lo caprichoso. Pena de que se pretenda romper con estructuras convencionales sin construir ninguna nueva. Pena de que lo mejor de esta película sea algo que está completamente al margen de ella: la escena donde aparece Magdalena Flores, una no actriz descubierta por Reygadas. Pena de que el póster sea lo único bueno de esta película.

Se siente dolor, una perturbación. Leí hace poco, en una revista española, a un crítico de cine decir "cuando la película se tira únicamente a la historia, entonces no es cine".

Pero tampoco porque la película se base en tomas largas va a ser compleja. Tampoco porque integre campos y contracampos en una misma toma (larga, también). Ni porque la actriz pajarée espontáneamente a la cámara cuando la ola los avienta a ella y al operador de cámara. Mucho menos por su estilo de actuación, tendiente a una desdramatización falsa, a una improvisación sobreactuada. Porque, de todas formas, tiene secuancias de diálogo altamente explicativas, y un exaltado contraste entre los personajes, que evidencia un conflicto muy pendejo entre una chava y un ñor que le andan poniendo.

Por eso, finalmente, ni muy expresiva, ni muy abstracta, ni muy diferente, ni muy nada.

Nomás el póster está chido, miren:

martes, 26 de agosto de 2008

Y después vienen los turistas, de Robert Thalheim.


Sin pretensiones pero con mucho arte, la nueva película de Robert Thalheim se define por una inteligente paradoja de pocos recursos pero la belleza de lo suficiente. Como un retrato que no busca la imagen exacta sino su representación; es decir, que conserva los rasgos de la pincelada al mismo tiempo que los del modelo.

Frecuentemente, en la historia del cine es común encontrar películas cuyas tramas se corresponden; quién sabe si Robert Thalheim conozca los deslices de la filmografía de Gus Van Sant (Finding Forrester, Good Will Hunting), o haya visto la populachona Perfume de mujer en cualquiera de sus continentales versiones, pero no son pocas las coincidencias entre esos relatos y el suyo, en el cual también se representa un conflicto generacional muy típico: entre un joven (idealista, rebelde, inmaduro o simplemente problemático), y anciano (maduro, experimentado, solitario, ermitano, amargado, decepcionado o simplemente renegado de la gente).

La variable más significativa de ésta fórmula es, por supuesto, el contexto (principalmente uno no muy amable). En este caso, el holocausto es revisitado (como dicen los gringos), fundamentalmente dese la perspectiva de Don Satislaw Krzeminski, para quien la vida se le agota no nada más por encontrarse a punto de cruzar la esperanza de vida promedio, sino por los polvos y desempolvos que, durante décadas, han convertido ese periodo histórico (que le tocó experimentar en carne propia), en un asunto que interesa por aristas que para él resultan más bien tangentes.

En cuanto al joven Sven, su revisión del holocausto no es producto de su enternecedora relación con Don Krzeminski solamente. También es resultado de su convivencia y eventual enamoramiento con esos otros protagonistas del inicio de la guerra de Hitler. Entre Sven y Polonia, y con ello el holocausto visto desde el presente pero lejos de la vitrina de un museo, se anudan otras consecuencias de tal evento.

La película, filmada (no grabada), se concentra en representar. Cada escena se filma con un poquiti de aquí y allá, para no dejar que algún guino actoral se escape. Algunas elipsis hacen eficaz la narración. No existe mucha influencia de melcochones violines provenientes del espacio exterior, y aunque parece que hay muchos personajes, al final todos funcionan sin que haya momentos donde falte verosimilitud. Es decir, una película eficaz, para lo que necesitaba la historia.

El corazón es un bosque obscuro, de Nicolette Krebitz.


Dice un amigo que cuando una película que no tiene la intención de ser realista desborda sus posibilidades, dices "pues bueno". Es decir, hay películas con moraleja, hay películas que buscan decir algo sobre el ser humano (lo que sea que esto signifique), hay películas no narrativas, películas desdramatizadas, películas sin trama, etc.

O sea, hay películas para todo. Hasta películas hechas por quienes no saben hacer cine. Aquí el riesgo está en hacer con el cine lo que no se hace con otro medio. Porque, generalmente, quienes no saben hacer cine y de todas formas lo hacen es porque han dejado de lado la actuación, la literatura, la química, la música, el teatro o la ingeniería.

Nicolette Krebitz era actriz, por ejemplo. Y puede ser que el distanciamiento sea uno de sus recursos favoritos, porque en El corazón es un bosque obscuro se plantean muchas y muy diversas formas de distanciamiento, en un rango de lo evidente a lo raro. Evidente gracias a la convención de salirse de la representación de una realidad para crear otro espacio de representación, y raro gracias a la ruptura con cualquiera de ambas representaciones de un modo abrupto y sin razón aparente.

Evidencias: La música se interrumpe ante una confusión entre lo que hace un personaje y lo que otro espera de él. Los personajes principales discuten entre paredes negras de un escenario no cotidiano, sino inventado, intencional y teatral hasta el hartazgo. El desdoblamiento de un engano se produce mediante el duplicado de escenografías.

Rarezas: A mitad de algo que sabemos está pasando realmente (no en otro espacio, sino en continuidad con lo planteado), ocurre algo que no podría suceder si no es por un acto de demencia: gatear encima de la mesa servida, con los invitados prestando atención a otra cosa, al desmadre. La ilegibilidad de este asunto no tiene razón a menos que represente esa demencia, sobre todo si tomamos en cuenta algo: desde poquito avanzada la trama se anuncia el final de tragedia griega entre la madre y sus hijas.

Estas retóricas, dluídas entre lo ilegible y lo intencional, no parecen ser simples arrebatos creativos de la directora. En una película donde el final no es predecible sino que se anuncia, y algunos recursos de distanciamiento son evidentes, algo de cine puede deducirse.

La visitante, de Lola Randl.


No hay por qué clasificar las películas porque luego pasa que hay algunas que no se sabe cómo denominar. Además, por mucho que La visitante tenga una trama con algo de suspenso, está mejor hablar de los mecanismos de ese suspenso que del género en sí. De esa forma, se hace a un lado la etiqueta, pues descubrimos que la complejidad de los recursos va más allá que tan sólo funcionar ante un género.

Claro, luego se rinden cuentas ante exclamaciones como ésta.

Sin embargo, la presencia por ausencia (o sea cuando no vemos pero conocemos o escuchamos a un personaje), resulta un elemento pivote en esta película, en la cual la protagonista se busca nuevos problemas al parecerle más atractiva la identidad de alguien más.

Por recados en una contestadora, por chismes, rumores, notitas y cartas, se configura el personaje más influyente en el conflicto: el que nunca se ve. Ni siquiera por aparecer en una foto se puede decir que está presente, pues son sus acciones pasadas, sin consecuencia aparente, pertenecientes a otro orden de las cosas, las que anudan hechos y acciones.

Hay otra forma de no estar: no decir. A punto de lo radical, pero finalmente cediendo a las explicaciones, la división entre la identidad ajena y la propia bifurca hasta la desesperación el conocimiento de quienes pertenecen a cada nivel de realidad. Así, los problemas sólo crecen y crecen, y la película se vuelve cada vez más narrativa conforme hay que describir estas acciones y estas relaciones, pero sin perder esa ausencia y enmudecimiento que generan suspenso.

A la orilla del cielo, de Fatih Akin.


Fatih Akin resulta exótico por pertenecer famosamente a dos culturas y hacer que sus películas siempre crucen la frontera entre turcos y alemanes, cada vez con consecuencias más llenas de sangre, muerte, desolación y moraleja. Se trata de otro cineasta que evidentemente no sabe hacer cine, que se preocupa por sus historias antes que por sus películas, y cuando decide una forma de filmar es descriptiva o pretenciosa.

Pero, aplacándonos el humor, su nueva película nos hace sufrir tres destellos de expresividad que en sus otras películas no había, pues siempre le subía el volúmen a la música o el patetismo a la historia. En fin, la violencia sin violencia, los golpes y disparos sustituídos por un corte entre su causa y consecuencia; la serie de coincidencias insospechadas (la segunda vez que aparece un personaje no es el mismo que pensábamos cuando su primera toma); y, finalmente, la espera última, que se prolonga hasta los créditos de la película. Todos son recursos intencionales, ya no intuitivos, se nota que apenas, tras toda su filmografía, se va entiendiendo la posibilidad de la imagen y el sonido más allá de su capacidad descriptiva.

Un analfabeta puede leer y producir imágenes; por eso existen muchos cineastas intuitivos y pretensiosos que son populares. Lo bueno de Fatih akin es que está haciendo otras cosas, aunque en pequenas dosis, poco a poco.

Chiko, de Özgür Yildrim.


Hay que estar bien informados para entender cómo está el conflicto entre turcos y alemanes. Aparentemente, la discriminación y delincuencia que enfrente a estas culturas rebasa lo que podamos imaginar de un país tan avanzado en apariencia. De cualquier forma, algunas películas tienen la gracia del realismo y la gratuidad de la violencia, que provocan un encuentro entre lo que se puede decir de ella.

Por ejemplo, Chiko es una película donde todo se mata, menos el tiempo; el exterminio como consecuencia deja únicamente falacias y moralejas, y muy poquito qué decir de una película como ésta.

sábado, 16 de agosto de 2008

Berlín, 1o de mayo, de Ludwig Carsten, Jan-Christoph Glaser, Sven Taddicken y Jakob Ziemnicki.



Película coral sin final redentor, grabada -no filmada- en pleno 1o de mayo, exaltando el realismo al máximo, dividiendo el rodaje entre cuatro directores para aprovechar y no gastar en extras (inserte aquí algunas risas grabadas), “Berlín, 1o de Mayo”, en común con algunas películas de múltiples historias fina(l)mente entrelazadas, traza una línea entre la cordura y la demencia, la pérdida de los estribos y de la vida. Los personajes, en este caso, se confrontan contra sí mismos y alguna especie de ética o disciplina moral, al mismo tiempo que la justicia institucional los pone en dilemas de supervivencia.


De nuevo, el cine alemán despoja de atributos esteticistas a la fotografía, se concentra en el encuadre, aunque esta vez sí persiste el ánimo de invadir desde varios ángulos una escena. Sin embargo, siempre es para mostrar un cuadro nuevo; así, de un plano amplio donde se ve a todos los personajes y todo el espacio necesario, se corta a un detalle, alguna reacción en específico, o se relaciona a dos personajes para separarlos de la totalidad.


Pero es en su intervención directa con los hechos, donde la película tiene su mayor virtud. Una dramatización dentro de un documental, la película interviene tal y cómo se puede llamar a esta acción dentro del arte conceptual. La ambigüedad genérica es un reto a las convenciones del cine, tanto en su presentación como en su elaboración.


Aprovechar el mero día del título para realizarla no nada más (en teoría), reduce costos; también aumenta riesgos; pero, más importante, modifica la visión y mete en líos la idea del cine como registro de la realidad, en sus formatos, en sus historias, en sus actuaciones, en sus despojos de "belleza", o en su capacidad documental y ficticia, a la vez.

viernes, 15 de agosto de 2008

Las flores del cerezo, de Doris Dörrie.



Sabrosas contradicciones. Quién sabe cuáles sean los propósitos de Doris Dörrie, pero en sus películas sobresalen intencionales y lógicas contradicciones temáticas y técnicas favorables a su estilo. Sus películas las registra en video, apelando a la espontaneidad en la realización y el montaje descargado de artificios; como los cortes infinitos por escena. Sus tramas no apelan a la verosimilitud en primera instancia, sino que tratan asuntos específicos cuya esencia sí apela a un tema que, inevitablemente, resulta universal; como el duelo familiar.

Contra la belleza, una forma nueva de ella. No por despojar la imagen y el sonido de esteticismos una película deja de ser bella. La influencia de lo bello está en el registro de las situaciones: aparentemente, no prevalece una supuesta técnica de rodaje ni un rigor previsualizado del mismo. Simplemente, cuando no se puede registrar una escena o secuencia en una sola toma, se recurre a la toma dos, desde un ángulo nuevo. Cine práctico que, tampoco por ello, cede todo a la narrativa.

Lo mejor de dos tecnologías. Muchas son las virtudes de este cine posterior a la asimilación de las películas hechas en video. Otras tantas son las virtudes de las películas en video que ha hecho Doris Dörrie, pues se nota que conoce las trampas de los formatos: difícilmente, los no experimentados pueden distinguir entre 35 mm y video; los cineastas saben que la textura, la latitud, el color y muchas otras cualidades los diferencian. Sin embargo, al no clavarse en ello, sino rodar de forma práctica, los formatos se funden en una forma distinta de hacer cine, que no se diferencia ni del cine en película ni del cine en video.

La emotividad invisible. Cuando no deja los patetismos dramáticos a medio camino, el cine práctico de la inteligente y sensible alemana se los lleva detrás de las paredes, quitándose de juicios fáciles ante las explosiones emocionales de algún personaje. El tono es como el que deberían tener las telenovelas si éstas se atrevieran a estimular la percepción, puerta de la inteligencia.

Avanzar, siemrpe avanzar. Entre una toma y otra generalmente no hay una continuidad, necesariamente. Con cada corte no existe un simple cambio de ángulo, sino un ligero avance en el tiempo (qué paradoja: en estas épocas que intensifican el tiempo continuo desde todos los cortes, la elipsis breve, un recurso narrativo sólo del cine, aparece en películas de cineastas inteligentes como algo sumamente expresivo).

Luego parece que no son así de complejas, pero es que el cine itneligente no es el que en apariencia es el más eternoresplandeciente, sino el que se diferencia.

martes, 8 de julio de 2008

El cine, esa cosa fácil de ver:

"¿Lo que se ve es lo que se escucha?"

Una película que estremece el sentido humano más emocional vale la pena antes que aquella cuya estructura reitera lo visto con lo escuchado. Cuando un significado es visto mientras que otro es escuchado, se produce un tercer efecto, dicen: el que no está ni en lo visto ni en lo escuchado, sino en el producto de ambos, que se configura en la mente del espectador.

El tercer efecto repercutirá en la narrativa mientras la película, prioritariamente, tenga el propósito de contar una historia. Sin embargo, cuando no active un hecho o acción nueva, sino que se refiera a una cualidad más allá de la historia, el tercer sentido será expresivo y requerirá de un análisis más complejo.

Nos encontramos ante una paráfrasis de las teorías, se requiere de una mesa redonda más profunda, plural y amplia para tomar en cuenta con seriedad los conceptos de significado, tercer efecto, narrativa y expresión. Mediante la intuición, esperamos crear la discusión en este foro.

Un ejemplo: Alvy y Annie charlan sin dejar de pensar. Esta lectura nos hace cómplices de ambos en sentidos distintos. Mejor dicho, nos hace cómplices de la película más que de los personajes.

(El clip está en cagadísimo castellano)