martes, 20 de mayo de 2008

Primer cine vudú

(Harto retórica, pagana, vengativa y mala leche, esta sección busca la exterminación de los placeres ilusorios con que algunas estrellas nos evaden del mundo real.)

Estimada y santísima muerte, en cualquiera de tus versiones. En el misterioso y pequeñísimo planeta Tierra, vasto en habitantes, a quienes muy seguramente no cuentas como tus únicos fieles, existe una indeseable subespecie sobrevalorada: los actores. Sobre todo los de cine.

Invoco a tu insolente clemencia para derretir y disolver la presencia terruna y perruna de la más éxito-talentosa de todas, camaleónica como bella, multifacética como hipersensible. Con sus brujerías innatas, ha logrado conquistar las geniales mentes de más de un indefenso cineasta. Esta otra subespecie sobrevalorada -pero necesaria, ha sido víctima sumisa de sus poderes en más de una ocasión.

Por favor, no dejes que su exquisita minimal estatura contamine más nuestras percepciones con su mística capacidad expresiva. Por favor, no permitas que su veneno se propague por las inmaculadas bocas de quienes satisfacen nuestros deseos al soñar. Dale un Óscar de Hollywood para que su carrera despegue en la pervertida carrera hacia la decadencia.

Bumburuburuburuburubummmmm...

No será tuyo por siempre.
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Su última fechoría.

lunes, 19 de mayo de 2008

Contra el régimen

Transformar la propia vida cotidiana en otra cosa parece ser un ejercicio muy creativo.

Un película melodramática animada es mejor que cualquier película melodramática, sobre todo si se aprovecha de las muchas posibilidades del dibujo contra las de la acción viva (la bidimensionalidad, la profundidad basada en los planos traslapados, las siluetas, el figurativismo y la abstracción). Más aún si moldea más de un género para sus distintas secuencias, valorando la narrativa más allá de la historia (ilustraciones diegéticas, números musicales...números musicales...) .

En las películas animadas más complejas, las cosas suceden MUY cinematográficamente. En Persépolis, una misma secuencia estructura más de una modificación espacio-temporal, ambientes gráficos dibujan atmósferas inconseguibles aun con toda la luz del mundo. Existe un motivo biográfico en el tema que deriva en una particular revisión de la historia iraníreciente, pero con un tratamiento ramificado que le pone interés.

Los toques de color con que se identifica al presente de la historia no desentonan con el blanco y negro del pasado; los personajes en el presente se representan con el color de sus pieles y sus ropas, pero el entorno permanece gris y melancólico, pesimista pero confiado en la honestidad con uno mismo.

Más profunda en su exploración de las formas en que un cómic o novela gráfica pueden adaptarse al cine fue American Splendor; sin embargo, la versión en movimiento de las memorias de Marjane Satrapi, honesto recuento de todas las versiones con que vivió los conflictos entre sus creencias, su nacionalidad y el régimen de su país, profesan el amor por la narrativa totalmente atípica, tanto en lo relacionado conl a historia como en lo que respecta a las formas de narrar en cine.

(Pronto, alguna película que no nos guste. Ya estuvo bueno de decir que todo lo que vemos en el cine es bueno.)

jueves, 15 de mayo de 2008

Sin interés aparente.


Verdaderamente enamorada.

Nicolás Echeverría es un genio. Eso dicen. Protegidos por sus asesorías, los documentales del CCC rompen con las tradiciones de esta metodología cinematográfica.

Una de las ramas del árbol genealógico de la familia de Yulene Olaizola vio surgir una excéntrica historia de contenciones románticas, un relato verídico que culminó en asesinatos, pero cuyo desarrollo incluyó ingenuas pero profundamente sinceras manifestaciones pictóricas y musicales, así como a uno de los personajes más irrelevantes pero sumamente atractivos que la historia nunca iba a rescatar.

Producido con la precariedad del arrebato fílmico que se registra en video, grabando el sonido directamente a los micrófonos de la cámara, y sin el mayor artificio cinematográfico que las poderosas armas de la edición y el montaje, Intimidades de Shekaspeare y Víctor Hugo resulta infinitamente más suculenta que morbosa, incluso por lo que su título pueda sugerir de manera inmediata.

La sencilla alternancia de testimonios, en los cuales se confrontan versiones y parcialidades en el repaso de los hechos, estructura los chismes más allá de su veracidad. El planteamiento y los argumentos, extremadamente cotidianos al mismo tiempo que sacados de todo lo ordinario, no revelan una hipótesis fundamental para la filosofía de la moral sino es en un nivel subtextual. Se comprueban los lazos entre las personas involucradas, pero en ellos subyacen las mentiras, los deseos, y asuntos que supuestamente son más universales.

Pero, formulado y construído lejos de la convencionalidad documental panfletaria o sensiblera, la película permanece en el sitio cotidiano, en la sincronía histórica, en las lejanías de la ficción. Se comprueba el lugar común que compara los alcances de la realidad contra los de la invención, para llevar esta reflexión al terreno de la formalidad no convencional y del contenido sin interés público (aparentemente).

Buenísima.

jueves, 8 de mayo de 2008

Elogio de la decalebrity


Edie Sedgwyck, hija de una disfuncional familia llena de perversión y dinero, corre en blanco y negro y en cámara lenta por las calles de Nueva York. Fuera de campo, vestidita como princesa campirana (con su vestidito de flores y su cabello lacio y sin teñir de falsos rubios), acepta sus errores y afirma que noooooo, nada de nada, nooooooo no me arrepiento de nadaaaaaa.

Sin embargo, los intertítulos finales nos informan de su joven desvanecimiento por una prematura sobredosis, recién dada de alta de rehabilitación.

Su amigo, Andy Warhol, según dice su representante en Factory girl (Guy Pearce, transformado pero impecable, para variar), se sentía tan atraído por cierta gente y por la irreverencia de poner en evidencia las técnicas del cine (en un arranque de conciencia que Ed Wood a lo mejor hubiera necesitado para vender), que no dudó en convertir a esta heredera acumula-desgracias en su estrella.

La película conjuga las secuencias con base en el estilo fotográfico: presente, presente filmado como pasado y pasado filmado con los actores del presente. Asimismo articula diversos presentes: el del recuerdo en 35mm, el de Edie rehabilitada y el de Edie como la recuerdan sus viejos amigos, esto último en un slide vertical durante los créditos.

La cultura gringa sublima hasta al más drogadicto de los muertos. En el mundo de la fábrica todos aparecen tan millonarios y excéntricos que, no importa el nivel de estilización con que las adicciones y el arte se filtran en la personalidad, todos mueren dejando puros recuerdos maravillosos.

El legado del arte pop no parece haber sido superado. Pero, a pesar suyo, como momento histórico no parece interesar mucho a los magnates de los estudios angelinos. Siempre hace falta la mano de los Weinstein para poder filmar las historias del inframundo del arte que impulsó la posmodernidad (Basquiat, Yo le disparé a Andy Warhol). Sobre todo para hacerlo con la deliberada cámara al hombro, la distorsión del foco suave, la diversificación de los formatos de la imagen con sentido, y la artificiosa discursividad que glorifica a los más necesitados de historicidad.

Recomendada por el Maestro Ayala.

lunes, 5 de mayo de 2008

Unas por otras


Qué padre ser de una nacionalidad y hacer una película padre sobre alguien de otro país.

El abuelo Monster nunca tuvo su revolución. A lo más que llegó fue a su programa de radio, porque la candidatura al gobierno de Nueva York no parece haber juntado suficientes firmas, muy a pesar de su popularidad como el más viejo de una de las familias más excéntricas de la tele gringa. Pero, orgulloso, pudo representar este personaje, uno de los ancianos más contraculturales que jamás se ha visto ("No puedo andar por la vida apareciendo ante la gente como el abuelo de cualquier familia típica americana").

El cine documental no es tanto un género como una metodología cinematográfica. Supuestamente se compromete con alguna verdad, y sus elementos dependen del curso real de lo que se filma, casi siempre.

Afortunadamente, existen algunos cineastas que deciden hacer documental concientes de las posibilidades expresivas de tal metodología. Sí, debe ser más cercana a nuestra idea de lo real que la ficción, pero puede valerse de todo aquello real que puede darle forma a aquella verdad que, supuestamente, se quiere demostrar. Yo soy de los que prefieren no diferirlo de la ficción en cuanto al uso de los elementos del cine, solamente en cuanto a metodología se trata.

Realizada por un crew más gachupín que otra cosa, motivada aparentemente por un deseo de exponer la poco conocida conciencia política del de por sí poco recordado Al Lewis, Goodbye America hace recuento de los fascismos republicanos y demócratas ejercidos por los gringos desde la segunda guerra y hasta después de la guerra fría, mientras el legendario abuelo Monster recibe pincelazos de maquillaje al prepararse para un show de terror (otro show de terror).

La realidad de esa sesión de maquillaje transporta la película a una serie de archivos que reconstruyen las memorias del abuelo Lewis, lúcido y contestatario como siempre. Las contradicciones políticas del mundo moderno adquieren sentido mediante la particular visión de un personaje que en esta ocasión no actúa.

Poquitos documentales actuales tienen tanta coherencia de contenido y elocuencia cinematográfica como éste. En épocas globalizadas, en las que un grupo de españoles hacen una película sobre un gringo para hablar de una partecita de las contradicciones políticas del mundo, películas como ésta llaman mucho la atención.

Padre padre, y disponible en el foro de su cineteca nacional favorita.

Dios ha muerto


Mi novio, ni Caravaggio lo hubiera pintado mejor.

Tony Stark se arrepintió de su empresita construye armas y su avión con table dance para salvar al mundo de los afganos malditos y con caras llenas de cicatrices. Le bajó al whisky toda vez que una bomba le tronó en pleno desierto, y comenzó a fijarse en su sirvienta por algo más que sus curvas luego de que tomó conciencia de la finitud...y de su responsabilidad de salvar al mundo. Un empresario bélico socio-responsable sólo podría ser un súper-héroe.

Acelerando todo elemento de la continuidad intensificada, el actor que dirige, John Favreau, se acumula unas sonrisillas escépticas al afirmar que su película de Iron Man es como un "Superman dirigido por Robert Altman".

Claro, no todas las películas de súper héroes tienen este tono medio alivianado en las actuaciones, con diálogos no declamados ni cargados de retórica artificiosa. Tampoco todas muestran la lucha detrás del telón: el desmadre que significa echarse el hombro el numerito de la armadura y la afinación de las súper habilidades. Ni las sirvientas son Gwyneth Paltrow ni los villanos Jeff Brigdes, ni la dependencia hacia la máquina fue tan evidente (¿el batimóvil madreado? O sea).

Yo qué sé. Sólo no me imagino a tom cruise con minúsculas y barbita haciendo de alcohólico redimido sin perder el cinismo, volando del suelo a la última capa que divide la Tierra del espacio para matar al villano.

Tampoco me imagino bien a bien si el único elemento acá "muy complejo" de la película compensa la convencionalidad de todo lo demás. Una ruptura cronológica al inicio a lo mejor es mucho pedirle a una película veraniega que ya hace mucho con convertir a un ricachón mamarracho en carismático muñequito de acción.

Lo que sí compensa toda convención es la actuación de Stan Lee, por primera vez dejando los cameos y la extreada pa hacer algo de verdad dentro de la película.

Ya nomás que llegue Batman y que Iron Man nos agarre confesados.

Qué chida está.