Temerario, a la primera película de Yann Samuel le vale si a alguien le da asco esto o le tiene miedo a lo otro. Amar como un juego inspirador de otro juego: el del cine.
Juego de niños tiene, literalmente, DE TODO, excepto género definido. Tampoco es que inaugure uno. El problema entre esta película y los géneros es la desfachatez con que aquella le da la vuelta a los estereotipos casi antes de que el encanto sucumba ante el escepticismo.
Comenzando con muchos principios, la infancia de los protagonistas se plantea y replantea como un castillo hecho de cartas que cae y se levanta en cada secuencia, para producir siempre una nueva película, a veces basada en el poder del flash back para cambiar el rumbo de la historia, otras basada en el montaje elíptico y paralelo que da cuenta del avance de la historia, pero separando el progreso de la vida de cada personaje. El pacto es creer lo increíble, tal y como sólo puede pasar en el cine. Un juego con el entendimiento y la apreciación.
Lejos, pero muy lejos del amor como lo vivimos, y más como lo queremos vivir. como cuando se dice que se quiere un amor de película, o un beso de película.
No nos imaginamos otra versión, porque esta que vimos es totalmente la versión del director. Pensadísima, controladísima, sin derroches, aunque no pareaca. Son las ventajas de ser un genio visionario; no por adelantado, sino por previsor.