Al grano. Cada vez más Woody Allen pierde menos el tiempo y va directo a donde quiere ir. En friega, Larry David se para frente a los espectadores y, ante un universo de escépticos compañeros de reparto, encerrados en su universo de ficción, se relaja y, con un amarguísimo pero muy sabio desplante totalmente anticlimático, nos dice la verdad: Esto es una película.
Diferente que cuando Tom Baxter se sale de la pantalla, similar a cuando Cecilia acepta el espectáculo como escape a la depresión en tiempos de crisis. Claro que, en el caso de Whatever works, el enfrentamiento con la realidad va más lejos que el de el personaje y el actor.
Algo sobre la anécdota: Los seres humanos son esa especie llena de ignorancia destinada a una pronta extinción, a menos que... Esa parte la dejamos para los que quieran ir al cine, en caso de que la película se estrene en México algún día.
Whatever works está llena de intención en sus diálogos, todos llenos de discurso. La ventaja es que es un discurso tan honesto que parece inhumano. Como una sátira involuntaria llena de verdad.
Muchas secuencias parecen sacadas de una obra teatral, concentradas en el ritmo del diálogo, la actuación, filmadas en plano general y llenas de personajes. Otras carecen de inventiva. Pero esas otras sencuencias de una toma sin diálogo y las típicas conductas ansiosas y verborréicas nos devuelven a la esencia.
Evan Rachel Wood está excepcional, como la nueva poderosa afrodita. Larry David es el mejor Woody Allen representado hasta ahora.