Submarino: La decadencia hereditaria, en una perturbadora pieza dramática, tan desequilibrante como admirable, estructurada a partir de la vida de una pareja de hermanos no muy cercanos pero definitivamente parecidos, escribiendo y reescribiendo la trama desde la perspectiva de cada uno de ellos, pilares endebles orillados a padecer una inminente ruina criminal.
La pivellina: Fascinante relato de ficción documental, como se le puede decir al neorealismo de épocas recientes (en todas sus puestas: Cámara, escena, sonido), construído alrededor de una espontánea no actriz de dos años.
El extraño caso de Angélica: Como obra y como género, fantástica fábula de amor, locura y muerte, en la que un fotógrafo se apasiona con su retrato de una mujer muerta que revive tras ser revelada en papel. Especialmente efectivos sus efectos especiales, de una bella y elocuente simpleza.
Hahaha: Enredo amoroso, medio woodyallenesco, manhattanoso, filmado sin mucho artificio pero con mucho humor, cuyo sentido se sostiene por el diálogo y la acción. Como un sitcom padre, de dos capítulos.
Un hombre que llora: A cerca del arrepentimiento que sufre un padre por tener que enviar a su hijo a la guerra, esta historia trágica es desafortunadamente una película que batalla contra un cine cursi, enfrentamiento del cual no sale bien librada.
La mirada invisible: Por construir todo el sentido de su trama a través de la acción, filmada con mucha sugerencia, evitando el diálogo explicativo, y otras formas muy convencionales de desarrollar el drama, esta película se distingue de otras obras que rememoran la dictadura militar argentina, o cualquier acontecimiento histórico, pues resulta sugerente y deductiva.
Tetro: Barroca, como en "insensata prolongación del clasicismo" (Liandrat-Guigues y Leutrat), y aburrida.
De hombres y dioses: Equilibrado melodrama, en torno a la relación entre los monjes franceses de un monasterio católico en el Magreb y los guerrilleros musulmanes que invaden la zona. Altamente conmovedora, sobretodo por evadir los excesos del sentimentalismo, aunque por un margen angosto.
El amor de mi vida: Larga, pero jamás lenta ni exahustiva o reiterativa; exquisitamente fotografiada y vestida. Romántica, de verdad. Especialmente virtuoso el ataque casi letal de amor que padece la protagonista.
Los gatos persas: Película que delata su bajo costo pero también su alto esfuerzo por relatar la difícil situación que viven los rockeros iraníes que desean vivir de la música. La economía de la cámara en mano, virtud y defecto, se compensa por la carga expresiva depositada en los personajes y la trama. El director, además, participa como personaje, en un abismo que pone en diálogo la realidad y la ficción, pues él mismo forma parte de esa comunidad que protagoniza su relato.
Verano de Goliat: Gozo capricho, por deliberado; aunque mamerto. Libre pero no genial. Mejor dicho: Ocurrente, básico y vacío de trama o concepto. Pero gozoso.
Los niños están bien: Una película clásica sobre un tema difícil, que suscita menos una polémica sobre aquél que sobre el cine, por valerse de los clichés del cine independiente, dependiente de las estructuras convencionales de género, star system, encuadre, y otros lenguajes del cine carentes de inventiva o de un poquitito de arte cinematográfico; lenguajes que así se seguirán viendo porque de todas formas al espectador no se le ha enseñado ni él se ha preocupado por aprender que el cine es un fenómeno aparte de las historias que puede narrar.
Conocerás al hombre de tus sueños: Comedia de gran concentrado final. Película senil. El toque perdido de Woody Allen, sobre todo en esa escena del reclamo familiar por la cancelación de la boda: Una discusión a mil voces, recurso típico del cineasta, pero sin la gracia o la construcción típica. Y asqueroso Antonio Banderas queriendo actuar de neoyorkino con acento.
La leyenda del tío Boonmee: Hipnótica del radicalismo subexpuesto, acronológico. Espectáculo del cine en el extremo opuesto de todo.
Copia fiel: A partir de una teoría del arte, la teoría del lenguaje y el comportamiento humano, como una cadena de semejanzas, representada y expresada a través de una relación amorosa. Magistral.
En un rincón del corazón: A pesar de las maravillosas sutilezas expresivas de Elle Fanning, las pole dancers con sex apeal de robot, y el shot inicial, la extendida duración de casi todas las escenas, reiterativas hasta para sí mismas, y para la pelicula anterior de Sofia Coppola (en prácticamente una fotocopia de Perdidos en Tokio), ponen su última obra más del lado del defecto que de la virtud.
Dulce hijo: Una película que inicia como una interesante provocación sobre el cine dentro del cine, pero termina siendo un simple melodrama sobre venganza y muerte.
domingo, 19 de diciembre de 2010
sábado, 11 de diciembre de 2010
Somos lo que hay...
Y nos aguantamos.
Nos aguantamos a lo que está en pantalla, pero más a lo que no: Los trancazos, la sangre, el supuesto gore (uuuy, ¡vanguardia! Ptrrrr).
Nos aguantamos a lo que está en los diálogos y a lo que no.
Nos aguantamos mientras tratamos de entender si es en broma o en serio esa como crítica a la sociedad...porque a lo mejor todos somos como caníbales...¿no?
Nos aguantamos, además, al como anuncio de secuela, en ese shot final de la única sobreviviente de la familia caníbal, mirando a cámara, como diciendo: Soy lo que quedó. Y se aguantan.
Definitivamente: Qué alguien me explique.
Nos aguantamos a lo que está en pantalla, pero más a lo que no: Los trancazos, la sangre, el supuesto gore (uuuy, ¡vanguardia! Ptrrrr).
Nos aguantamos a lo que está en los diálogos y a lo que no.
Nos aguantamos mientras tratamos de entender si es en broma o en serio esa como crítica a la sociedad...porque a lo mejor todos somos como caníbales...¿no?
Nos aguantamos, además, al como anuncio de secuela, en ese shot final de la única sobreviviente de la familia caníbal, mirando a cámara, como diciendo: Soy lo que quedó. Y se aguantan.
Definitivamente: Qué alguien me explique.
The Zzzocial network
(Otra vez pura historia. Y entonces la película se trata más de la historia y no de cómo está, por lo menos, contada. Ya no digamos expresada.)
¿Qué me importa si Mark Zuckerberg no tiene amigos, mas que en Facebook? ¿Qué me importa si hubo un junior trajeado, unos gemelos rubios y un chino con algunos diálogos, sacando provecho del pleito legal por la autoría en la creación de ese sitio web? ¿Qué me importa, si, en primer lugar, la película al respecto no es más que puro diálogo?
¿Me tiene que importar porque en el fondo es una película sobre la necesidad de reconocimiento?
¿Me tiene que importar porque, en el fondo, el conflicto es el de todo ser humano: Dinero y sexo?
¿Me tiene que importar porque sale Justin Timberlake actuando de Justin Timberlake actuando de Scott no sé qué?
De todas las formas en las que se pudieron haber expresado los hechos que describe The social network, la película se queda en puras palabras, yendo y viniendo, a veces, entre varios pasados y un presente, asunto de montaje que parece más un recurso para reducir su duración que una verdadera estrategia estilística.
Ni siquiera la escena de la competencia de remo, eficaz por la musicalización; o el aparentemente vertiginoso diálogo inicial, eficaz por resumir el motor de algunas capacidades creativas; mucho menos el hecho de tener a un actor haciendo de gemelos, como si fuera telenovela mexicana; ni siquiera la mera escena final, que con una sola acción dice por lo menos una cosa más; nada de eso consigue expresar, a través del cine, cualquier cosa que no esté ya en los diálogos o las acciones. Las cuales, en efecto, se ven y se escuchan, pero eso no quiere decir que funcionen expresivamente.
¿Querían cine? ¡Pues tengan!
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