jueves, 7 de abril de 2011

Presuntos culpables

Sus carotas de mosquitos muertos.

La segunda escena de La otra familia es una boda católica entre una pareja gay. Pasa como a los cinco minutos de que empieza la película. Y ya dan ganas de vomitar. La película cuenta su historia a punta de campos contra campos, dizque planos secuencia que ni sintéticos ni analíticos, personajes que hacen las cosas nomás porque son muy buenos o muy malos, y un pinche mocoso estúpido que nomás llora o habla tan despacio que desespera, no sin dejar de mencionar el peluquinazo que le ponen al pobre de Silverio Palacios, la infinitesimal aparición de la ya de por sí inifinitesimal...¿cómo se llama? ¡Carmen Salinas! (Si se pensaba que la pregunta era por Nailea, también), y una larga lista de defectos.

Lo más incoherente, inverosímil, anacrónico, retrasado, mojigato y falso no es la boda, ni la forma en que el niño llega a manos de la lesbiana que lo lleva con los gays que se lo regresan a la mamá drogadicta que por drogarse permite que su amigo dealer haga un deal para que una pareja heterosexual "de varo" le pague por el niño nomás para que la susodicha pareja le regrese al susodicho niño a la susodicha pareja gay no sin quitarse de llamarlos anormales...no. Lo más incoherente es que se pretenda cobrar por ver esto. Lo más inverosímil es la cantidad de dinero gastada en producirlo. Lo más anacrónico es la necesidad de escribirlo. Lo más mojigato es la guadalupanez de los personajes. Y lo más falso es la secuencia con cancioncita.

No vale ni un peso de lo que costó. Ni la película ni el boleto para verla.