sábado, 26 de septiembre de 2009


En la actualidad, el documental es el género del cine que más se presta a debates de todo tipo: Sus fronteras con la ficción, la ética de los realizadores, la mentada objetividad, la manipulación de la información y la construcción de la imagen y el sonido como pruebas de un suceso, el propósito educativo, de observación, etc.

Afortunadamente, para enriquecer el debate, existen compañías, programas y festivales especializados, abiertos a todo tipo de propuestas. En el CUEC, incluso, este debate se vio enriquecido por la cómica anécdota de "Trabalenguas para una casa vacía", documental estudiantil que obtuvo una candidatura al Ariel mexicano, en la categoría de mejor corto de ficción.

Desafortunadamente, "El milagro del Papa" se encuentra en las antípodas de este nuevo panorama: Perpetua la tradición del documental anticuado, lleno de información, vacío por paradoja y basado en la polémica de su tema. Lleno de aristas, con sus puntas se afila la sardónica y corrosiva visión en torno a la vida de El niño milagro: Un zacatecano que, supuestamente, se liberó de los padecimientos de la leucemia gracias a la bendición de Juan Pablo Segundo.

Burla tras burla, la película recurre a la voz pasiva y ajena de la vomitiva pequeña burguesía: Miren qué chistoso, a poco no les da risa, todo es ridículo, espero no haber dejado de burlarme de nada. Todo esto, con una deshonestidad y un amarillismo constantes, a pesar de sus virtudes cinematográficas.

Empobreciendo el debate sobre las capacidades del documental (y la ficción y el cine y sus "fronteras"), "El milagro del Papa (un milagro...que sólo Dios sabe)" funciona como un buen ejemplo de algo sumamente discutible y desequilibrado.

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