domingo, 4 de diciembre de 2011

Begginers

Lo malo de esta película es que no va a faltar quien la quiera resumir como la historia de un hombre que se enamora de una mujer al poco tiempo de que su padre acaba de morir, cuyos recuerdos se mezclan con la historia de muchas maneras.
Ptrrrrrrr...
No es cierto. No del todo. Es muy reduccionista.
No es cierto porque, también en la historia de amor, hay un momento que sucede de manera no cronológica; mejor dicho, fuera de sincronía, por voz off. Como una memoria o dos memorias simultáneas.
Burdo: Esta película es como si estuviéramos mirando lo que recuerda el personaje de Ewan McGregor, lo que pasa por su mente; mientras, él está sentado y tomando el Sol un día en que se siente muy satisfecho con el mundo. O le está contando todo esto a alguien. No se trata de cualquier película que cuenta una historia cronológica. Aunque no dudo que probablemente sería igual de conmovedora, o más.
Gracias a que no es cronológia, no solamente es entretenida, sino que se distingue de otros melodramas sobre familias e historias de amor que se cuentan en orden cronológico. Es decir, el desorden en la serie de hechos (que, puede decirse, funcionan como flashbacks), excepto en la historia de amor (que no me parece que se sienta como un eje temporal, una especie de presente; aunque se puede decir que funciona como tal), la convierten en algo más que una historia narrada con imágenes y sonidos. La convierte en UNA NARRACIÓN DE IMÁGENES Y SONIDOS. Única, o al menos diferente. Intencional. Dirigida por alguien.
No más burdo.
Todo en Begginers es memoria. Somos espectadores de un montón de rcuerdos ajenos que son una sola obra pero a la vez un montón de memorias cuya progresión dramática no se dicta con el orden acostumbrado sino que se intuye y se va construyendo conforme avanza todo eso que vemos. Es casi como una gozosa agonía letal.  Como cuando alguien nos cuenta su biografía y no parece que lleva apenas hora y media contándonos cosas.
 Hay que verla.

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