sábado, 16 de agosto de 2008

Berlín, 1o de mayo, de Ludwig Carsten, Jan-Christoph Glaser, Sven Taddicken y Jakob Ziemnicki.



Película coral sin final redentor, grabada -no filmada- en pleno 1o de mayo, exaltando el realismo al máximo, dividiendo el rodaje entre cuatro directores para aprovechar y no gastar en extras (inserte aquí algunas risas grabadas), “Berlín, 1o de Mayo”, en común con algunas películas de múltiples historias fina(l)mente entrelazadas, traza una línea entre la cordura y la demencia, la pérdida de los estribos y de la vida. Los personajes, en este caso, se confrontan contra sí mismos y alguna especie de ética o disciplina moral, al mismo tiempo que la justicia institucional los pone en dilemas de supervivencia.


De nuevo, el cine alemán despoja de atributos esteticistas a la fotografía, se concentra en el encuadre, aunque esta vez sí persiste el ánimo de invadir desde varios ángulos una escena. Sin embargo, siempre es para mostrar un cuadro nuevo; así, de un plano amplio donde se ve a todos los personajes y todo el espacio necesario, se corta a un detalle, alguna reacción en específico, o se relaciona a dos personajes para separarlos de la totalidad.


Pero es en su intervención directa con los hechos, donde la película tiene su mayor virtud. Una dramatización dentro de un documental, la película interviene tal y cómo se puede llamar a esta acción dentro del arte conceptual. La ambigüedad genérica es un reto a las convenciones del cine, tanto en su presentación como en su elaboración.


Aprovechar el mero día del título para realizarla no nada más (en teoría), reduce costos; también aumenta riesgos; pero, más importante, modifica la visión y mete en líos la idea del cine como registro de la realidad, en sus formatos, en sus historias, en sus actuaciones, en sus despojos de "belleza", o en su capacidad documental y ficticia, a la vez.

1 comentario:

Paxton Hernandez dijo...

Sipi. Muy chingona.

Me encantó.